The Woman of Canaan - Harold Copping |
Y he aquí una mujer
cananea que había salido de aquellos alrededores clamaba, diciéndole: ¡Señor,
Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un
demonio. Pero él no le respondió palabra. Entonces, acercándose sus discípulos,
le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Y él,
respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Entonces, ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Y
respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
Y ella dijo: Si, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de
la mesa de sus señores. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande
es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija quedó sanada desde aquella
hora. (Mateo 15: 22-28)
Algunos pasajes en la
vida de Jesús resultan difíciles de entender y, en ocasiones, se malinterpretan debido a una
lectura superficial. Esto es lo que ha ocurrido con el encuentro de Jesús con la
mujer cananea. En una primera lectura, es difícil de comprender el
comportamiento de Jesús: primero parece ignorar a la mujer y después se refiere
a ella como “perrillo”. Muchos escépticos han utilizado este pasaje para
calificar a Jesús de cruel, intolerante y ofensivo. Sin embargo, esto no concuerda
con el mensaje de amor a toda la humanidad que Jesús predicó continuamente.
Una explicación
coherente es que Jesús tenía una misión divina que cumplir: primero debía
salvar al pueblo judío. “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa
de Israel”. Con estas palabras Jesús parece mostrarse duro e inflexible. Cuando
la mujer se arrodilla pidiéndole ayuda, Jesús le contesta: “No está bien tomar
el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”. Lo más importante es entender
el contexto histórico en el que se sitúa esta conversación. Para los judíos las
personas cananeas eran consideradas “perros” de forma muy despectiva. Jesús
suaviza el término utilizando en su lugar “perrillos”, en mi opinión, para dejar
constancia de la situación de desprecio que sufre la mujer cananea por parte del pueblo
judío.
Es como si Jesús en un
principio decidiese hablar tal y como se esperase que él hablara. (A muchos
judíos no les parecía bien que Jesús tratase con igualdad a todas las personas
incluyendo a los extranjeros). Pero lo más sorprendente es la reacción insistente
de la mujer, aun sabiendo que el pueblo judío odia a los cananeos y que Jesús es
el salvador exclusivo del pueblo judío y que con sus palabras Jesús así lo
manifiesta, la mujer continúa suplicando. No hay duda de que está convencida de
que Jesús le va a ayudar.
Y de esta manera Jesús consiguió
un doble objetivo: que las personas que leamos posteriormente este episodio entendamos
la situación marginal que los extranjeros vivían en aquella época respecto al pueblo judío, y hacer
reflexionar sobre el hecho de que cualquier persona proceda de donde proceda
puede tener una gran fe y por ello ser merecedora de los milagros de Dios.
En realidad el mensaje que transmite este pasaje es el
siguiente: aprendamos de la persistencia de esta mujer y de su gran fe en la
bondad de Dios hacia todos los seres humanos. ¿Debemos hacer como ella y conformamos
con las migajas que Dios nos quiera dar? Así es. No suena bien, porque los
seres humanos somos egoístas, queremos ser importantes y poderosos, sentarnos a
la mesa como señore/as. Reconocer que nuestra mayor altura está a los pies de
Jesús es un paso que es necesario dar. La mujer cananea lo hizo a través de su diálogo
sincero con Jesús y recibió su recompensa.
Jesús deja claro que en la fe está la clave y que cualquier
persona proceda de donde proceda puede tenerla. A muchas personas que cura las
despide diciendo “vete; tu fe te ha sanado”. Es decir, no es la petición en sí
lo que importa, ni que pertenezcan a un grupo social u otro, sino la creencia
firme de que Dios les puede ayudar. Por
ejemplo, y en relación a la mujer cananea, cuando Jesús cura a diez leprosos,
tan sólo uno de ellos, un samaritano, se postra a sus pies, dándole las
gracias. Entonces dice Jesús “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los
nueve ¿Dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios, sino este
extranjero?” Y le dijo: “Levántate, vete, tu fe te ha sanado” (Lucas 17: 17-19).
Jesús dice “este extranjero” no de forma peyorativa sino para
resaltar el hecho de que la única
persona que le muestra su agradecimiento y devoción ¡es un extranjero! Muchos
judíos odiaban a los samaritanos, al igual que a los cananeos, y por supuesto
el hecho de que Jesús tratase a menudo con ellos no le daba precisamente buena
reputación. En una ocasión un grupo de judíos llama a Jesús samaritano: “¿No decimos
bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?” (Juan 8: 48).
Fuentes:
Santa Biblia - Nuevo Testamento
http://www.caminando-con-jesus.org/REFLEXION/MUJERQUEGRANDEESTU%20FE.htm
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