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domingo, 11 de septiembre de 2016

Parábola del hijo pródigo (Lucas 15: 11-32)

The Prodigal Son - Charalambos Epaminonda

Y ÉL DIJO: Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. Y no muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor partió a un país lejano; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

Y cuando lo hubo malgastado todo, sobrevino una gran hambre en aquella tierra y comenzó a sentir necesidad. Entonces fue y se puso bajo las órdenes de uno de los ciudadanos de ese país, el cual lo envió a sus campos para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como a uno de tus jornaleros.

Entonces, se levantó y fue a su padre. Y cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corriendo se echó sobre su cuello y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad la mejor ropa y vestidle; y poned un anillo en su mano y sandalias en sus pies. Y traed el ternero cebado, matadlo, y comamos y celebrémoslo, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado. Y comenzaron a celebrarlo.  

Pero el hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y llegó cerca de la casa, oyó la música y la danza; y llamando a uno de los criados le preguntó qué significaba aquello. Y el criado le dijo: Tu hermano ha venido, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recibido sano y salvo. Entonces el hermano mayor se enojó y no quería entrar. Y su padre salió y le suplicó que entrase. Pero él, respondiendo, dijo al padre: He aquí tantos años que te estoy sirviendo y jamás he transgredido mandato alguno tuyo, y a mí nunca me diste un cabrito para festejar con mis amigos. Pero cuando vino éste, tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el ternero cebado.

Él entonces le dijo: Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era necesario celebrar una fiesta y alegrarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado.

Reflexión sobre la parábola
Los fariseos y los escribas criticaban a Jesús porque se relacionaba con los pecadores y murmuraban: “éste a los pecadores recibe, y con ellos come” entonces Jesús para que entendiesen su forma de actuar les refirió tres parábolas: la oveja perdida, la moneda perdida, y el hijo pródigo
 
La tercera parábola conocida como la parábola del hijo pródigo debería llamarse la parábola del padre amoroso pues es el padre quien ocupa el papel central de la historia. Y es que a través de él, Jesús describió el amor de Dios hacia los seres humanos.  

1. La petición
El hijo menor le pide a su padre la parte de la herencia que le corresponde contraviniendo la ley judía, pues los hijos no podían acceder a la herencia hasta después de la muerte del padre: “Al hijo, ni a la mujer, ni al hermano, ni al amigo, jamás en tu vida les des potestad sobre ti, ni cedas a otros lo que posees, para que no suceda que, arrepentido, hayas de pedirle rogando que te lo devuelva. Mientras estés en este mundo y respires, ningún hombre te haga mudar de este propósito; porque mejor es que tus hijos hayan de recurrir a ti, que no que tú hayas de esperar el auxilio de las manos de tus hijos. En todas tus cosas mantén tu superioridad, a fin de no manchar tu reputación; y reparte tu herencia cuando estén por terminarse los días de tu vida, al tiempo de tu muerte” (Eclo. 33, 20-24).

Por tanto la petición del hijo es inadmisible y, según la ley, el padre debería negarse a aceptarla. Sin embargo, el padre reparte sin demora los bienes entre sus dos hijos, lo que le hará perder su superioridad manchando su reputación. Es decir el amor que siente el padre por sus hijos hace que de forma generosa les de absoluta libertad para elegir lo que quieren, aunque de esta forma el padre se arriesgue a perder para siempre a su hijo, su riqueza y su reputación.

De esta manera, la imagen del padre terrenal que Jesús crea rompe de manera clara con la estructura patriarcal de su tiempo. Es decir, Jesús eleva la figura del padre más allá de las limitaciones humanas y la acerca al amor generoso y liberador de Dios.   

2. Necesidad
El hijo pródigo parte a un país lejano, y malgasta los bienes que le ha entregado su padre. Los planes de gloria y grandeza del joven pronto desaparecen. Además sobreviene una gran hambruna en aquella región por lo que el hijo pródigo comienza a pasar necesidad. Tanta es su necesidad que se pone bajo las órdenes de un ciudadano de aquél país.

La palabra griega que utiliza el evangelista Lucas para describir la relación entre el hijo pródigo y el ciudadano del país es ἐκολλήθη que significa “fue adherido” es decir, el hijo pródigo se adhiere (se pega) al ciudadano, va detrás de él todo el tiempo con la esperanza de que le ofrezca un trabajo.  Sin embargo, el ciudadano se da cuenta de que el joven es judío y trata de librarse de él ofreciéndole un trabajo incompatible con su religión: alimentar cerdos. El hijo pródigo está tan desesperado que acepta aunque tenga que tratar con animales considerados impuros.

3. El hijo pródigo vuelve en sí
A pesar de acceder a desempeñar esta tarea tan humillante para un judío, no recibe remuneración, ni si quiera alimento: “deseaba llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba”.

Al darse cuenta de que va a terminar muriendo de hambre, el hijo pródigo vuelve en sí, es decir, recapacita, y decide volver a casa de su padre. Deja su orgullo a un lado y decide volver con su padre admitiendo que le necesita. Consciente de que no ha obrado bien ensaya las palabras que le dirá a su padre para que al menos le acepte como jornalero y así poder ganarse el sustento. Es clara la posición del hijo menor, no actúa movido por el arrepentimiento, tan sólo piensa en cómo evitar morirse de hambre.

4. El regreso
Esta es la parte más maravillosa de la parábola de Jesús porque el padre vuelve a reaccionar de forma totalmente inesperada. El hijo pródigo se pone en camino hacia la casa de su padre “y cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corriendo se echó sobre su cuello y le besó”. El padre no necesita escuchar ningún discurso del hijo para ir hacia él y darle todo su amor. Pero ¿cómo ve el padre al hijo cuando aún estaba lejos? porque cada día el padre partía de la casa y se situaba en el camino por el que un día vio partir al hijo con la esperanza de verlo regresar.

Más sorprendente aún es que el padre corra hacia el hijo. Para un oriental de edad correr en público era poco digno, por lo que el padre vuelve a romper el modelo de patriarcado de la época. El padre no dice nada, sólo besa al hijo. Éste, abrumado, sólo logra decir las primeras frases de su discurso declarando que ha pecado y que no es digno de llamarse hijo suyo, pero omite la última frase “hazme como a uno de tus jornaleros” probablemente porque se queda tan emocionado del inmenso amor de su padre que se olvida de la razón que le había impulsado a volver: asegurar su sustento. Es aquí cuando el hijo menor está verdaderamente arrepentido.

5. El banquete y el enfado del hijo mayor
 A través del banquete el padre quiere celebrar el regreso de su hijo perdido “porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado”. El padre no pronuncia ni una sola palabra de reproche, sólo de amor y alegría.

Sin embargo, el hijo mayor al enterarse de lo sucedido se enfada y no quiere participar en la celebración porque no puede comprender que el padre no castigue al hijo menor y que además celebre una fiesta para él.  El hijo mayor considera que al haberle servido con fidelidad y por no haber incumplido ninguno de sus mandatos el padre debería hacer esa celebración para él y no para el hijo menor.

Sin duda, la reacción del hijo mayor ante el amor del padre a su hijo pequeño refleja perfectamente la reacción de los fariseos y escribas ante el amor de Jesús hacia los pecadores. Los escribas y los fariseos se enaltecían a sí mismos y se creían justos porque cumplían muchas normas y menospreciaban a quienes no las cumplían (los pecadores).

El hermano mayor ha permanecido leal y fiel al padre, sin embargo ahora es él quien se aleja del padre ofendiéndole públicamente. De nuevo el padre no se comporta como haría un patriarca tradicional y responde con amor a los reproches del hijo mayor: “Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era necesario celebrar una fiesta y alegrarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado”.

Y con estas palabras tan bonitas termina Jesús la parábola. La pregunta es ¿entrará el hijo mayor en la casa? ¿se alegrará junto al padre del regreso de su hermano pequeño? En el caso de que las respuestas fuesen afirmativas sin duda la celebración será por el feliz reencuentro del padre con sus dos hijos perdidos: tanto con el transgresor como con el cumplidor de la ley.

Fuentes:
Biblia – Nuevo Testamento
La Prodigalidad: Una Visión General – Salvador Carrión Olmos
Las Parábolas de Jesús: Una aplicación para hoy  - Roberto Fricke
Las Parábolas de Jesús – Joachim Jeremías 

sábado, 30 de julio de 2016

Parábola del rico insensato (Lucas 12, 13-21)



Y le dijo uno de la multitud: <<Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia>>. Él le dijo: <<Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o árbitro sobre vosotros?>> Y les dijo: <<Mirad: guardaos de toda avaricia porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee>>. Y les refirió una parábola, diciendo: <<Las tierras de un hombre rico habían producido mucho; y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿qué haré? porque no tengo dónde guardar mis frutos. Y se dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete>>. Pero le dijo Dios: <<Necio, esta noche van a pedir tu alma y lo que has guardado ¿de quién será?>> Así es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.  (Lucas 12, 13-21)

En tiempos de Jesús, Galilea era una sociedad agraria caracterizada por la enorme desigualdad de recursos que existía entre la población campesina (80-90% de la población) y la pequeña élite (7% de la población). Mientras las riquezas de los grandes terratenientes aumentaban más y más, la vida de los pequeños agricultores se volvía cada vez más precaria.

Con cada cosecha los campesinos tenían que alimentar a sus familias, guardar semilla suficiente para asegurar la siguiente siembra y, además, pagar elevados impuestos exigidos desde el poder. Por eso, cuando las cosechas eran escasas, en muchos casos, los agricultores y sus familias se veían atrapados en el endeudamiento, expropiados de las tierras y sumidos en la indigencia.  

¿Cuál fue la actitud de Jesús ante esta situación? Jesús defendió continuamente a los oprimidos y condenó firmemente la avaricia de los ricos.

Esta parábola refleja claramente la crítica de Jesús a la necedad humana: Un terrateniente se pregunta qué hacer ante una cosecha abundante e inesperada. Sólo piensa en sí mismo. No se acuerda de los pobres campesinos que trabajan duramente y viven cada vez más atemorizados bajo la amenaza del endeudamiento, ni de quienes sufren porque ya han sido expulsados de las tierras. Finalmente toma una decisión: destruir sus graneros y construir otros nuevos y más grandes con el objetivo de acumular todos los frutos y sus bienes y no pensar más que en descansar, comer, beber y divertirse.

El resultado es que mientras este hombre acumula para sí toda la cosecha priva a otras personas de lo esencial para vivir. Dios se dirige a este hombre diciéndole: “Necio, esta noche van a pedir tu alma y lo que has guardado ¿de quién será?” El hombre ha imaginado un futuro insensato originado en el deseo de vivir holgadamente y sin preocupaciones. Sin embargo, Dios le advierte que ese futuro que él quiere no va a tener lugar. Este hombre necio sacrifica la felicidad verdadera del presente de compartir la cosecha con los campesinos empobrecidos por una felicidad falsa proyectada en un futuro incierto que finalmente no llega.    

Y Jesús concluye su parábola diciendo: “Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”. La afirmación es clara, una persona puede ser muy rica por acumular muchas riquezas en la Tierra pero ante Dios su riqueza material carecerá de valor. Dios quiere que compartamos lo que tenemos, que ayudemos a las personas necesitadas. Que no construyamos una falsa felicidad olvidándonos de los más débiles en la Tierra.

Pero lo que debemos preguntarnos cada uno/a de nosotros/as es si no hemos sentido en más de una ocasión el deseo de conseguir acumular riquezas para vivir holgada, despreocupadamente y sin pensar en los demás. El hombre rico de la parábola actúa como un necio pero ¿no somos necios nosotros también cuando pensamos así?

Ha transcurrido mucho tiempo desde que Jesús nos dejó su enseñanza, ¿Cómo puede ser que sus palabras tengan hoy la misma actualidad que tuvieron en su momento? ¿En qué ha cambiado la humanidad?

En las noticias no se hace más que hablar de países ricos y países pobres, crisis económicas, polarización creciente de la riqueza, corrupción empresarial y política…Problemas diferentes pero con origen en un anhelo común: “y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete”.

Jesús advierte como es ante Dios quien piensa y actúa así: un necio. “Así es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”.  No seamos necios y escuchemos la llamada de Jesús a vivir de una forma diferente y más humana cuyo resultado no será otro que construir un mundo mejor para todos/as.       

Fuentes:
Nuevo Testamento – Biblia
El Camino Abierto por Jesús – José Antonio Pagola
El Jesús Histórico – Gerd Theissen, Annette Merz
Jesús Aproximación Histórica  - José Antonio Pagola

domingo, 20 de marzo de 2016

La parábola del sembrador (Mateo 13, 1-9)


Y AQUEL día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se congregó junto a él mucha gente; y entrando él en una barca, se sentó, y toda la gente estaba en la ribera.
Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y se la comieron.
Y parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó en seguida, porque no tenía profundidad de tierra; mas cuando salió el sol, se quemó; y se secó, porque no tenía raíz.
Y parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron.
Y parte cayó en buena tierra y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno.
El que tiene oídos para oír, oiga.


Explicación de Jesús de la parábola del sembrador (Mateo 13, 19-23)

Cuando alguno oye la palabra del reino y no la a entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón; éste es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la palabra y de inmediato la recibe con gozo. Pero no tiene raíz en sí, sino que es temporal, y cuando viene la a aflicción o la persecución  por la palabra, en seguida se ofende.
Y el que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra; pero a el afán de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y el que da fruto; y da uno a ciento, y otro a sesenta y otro a treinta por uno.

Mi reflexión sobre la parábola del sembrador

Jesús de Nazaret hablaba a los hombres y a las mujeres para que le siguiesen. La palabra de Jesús fue la semilla que él esparció para que germinase en el corazón de la humanidad y diese su fruto: el amor.

Sin embargo, por desgracia, muchas personas tienen el corazón endurecido y no quieren recibir el mensaje de Dios (tierra junto al camino). Otras personas lo reciben con alegría pero en cuanto se presentan dificultades lo rechazan (pedregal) y otras lo ahogan con sus preocupaciones y ambiciones (espinos). Y finalmente, están aquellas personas que reciben la palabra de Jesús y, a través de sus buenas acciones y su fe, alimentan a la pequeña y bellísima plantita que va creciendo en su interior para finalmente ofrecer el fruto del amor a Dios (buena tierra).

Luchemos cada día por ser tierra fértil para la preciosa semilla que Jesús nos ha regalado. Permitamos que se desarrolle en nuestro corazón esa hermosa planta que fortalecerá y engrandecerá nuestro espíritu.



Fuentes:
Santa Biblia – Nuevo Testamento

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