Mostrando entradas con la etiqueta Enseñanzas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Enseñanzas. Mostrar todas las entradas

jueves, 2 de febrero de 2017

Jesús cura a la mujer encorvada en el día de reposo (Lucas 13:10-17)

Y Jesús enseñaba en una de las sinagogas en el día de reposo.
Y había allí una mujer que tenía espíritu de enfermedad hacía dieciocho años, y estaba encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.
Viéndola Jesús la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella, y al instante ella se enderezó y alababa a Dios.
Respondiendo entonces el jefe de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese curado en el día de reposo, dijo a la multitud: Seis días hay en los cuales se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en el día de reposo.
Entonces el Señor le respondió y dijo: ¡Hipócritas! ¿No desata cada uno de vosotros su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber en el día de reposo? Pero a esta hija de Abraham, a quien Satanás había atado durante dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?
Y al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios ante él; y todo el pueblo se regocijaba de todas las cosas gloriosas que él hacía.
***
Este pasaje describe una de las curaciones que hace Jesús en el día de reposo, Sábado o Sabbath. Según el Antiguo Testamento los israelitas no podían trabajar en ese día, sólo debían dedicarlo al culto a Dios. (Éxodo 20: 8-11). Y la transgresión de este precepto se castigaba con la muerte (Éxodo 31:15).

Mientras Jesús enseñaba en la sinagoga vio a la mujer encorvada que estaba enferma desde hacía dieciocho años “y no podía enderezarse de ninguna manera” (Lc. 13: 11). A pesar de ser el día de reposo, la mujer acudió a la sinagoga a escuchar a Jesús por lo que tenía mucha fe. Por eso posteriormente Jesús se refiere a ella como “hija de Abraham”, para anunciar que es una mujer de mucha fe. Puesto que Abraham es el “padre de todos los creyentes”.[1]

Es interesante resaltar el hecho de que la mujer tenía muy pocas posibilidades de que Jesús la viese ya que dentro de las sinagogas al fondo “había unas barreras y un enrejado que separaban el lugar destinado a las mujeres”[2]

Sin embargo Jesús advirtió su presencia, la llamó, puso sus manos sobre ella y al instante quedó sanada. Imaginemos la alegría de la mujer después de tantísimos años mirando siempre hacia el suelo, y de pronto poder caminar erguida y levantar su mirada hacia arriba. Así es como Jesús quería ver a las mujeres: erguidas y no encorvadas.

Pero rápidamente el jefe de la sinagoga en vez de alegrarse por la pobre mujer, se enojó y  recriminó la curación de Jesús por ser el día de reposo: “Seis días hay en los cuales se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en el día de reposo” (Lc. 13: 14).

“¡Hipócritas!” (Lc. 13:15) contestó Jesús al jefe de la sinagoga y a cuantos pensaban como él. Y de forma brillante les preguntó:  ¿No desata cada uno de vosotros su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber en el día de reposo? Pero a esta hija de Abraham, a quien Satanás había atado durante dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?  (Lc. 13:15-16).

Con estas preguntas Jesús vuelve una vez más a dejar sin palabras a sus enemigos. Les llama hipócritas porque presumen de cumplir la ley pero en realidad la utilizan según su conveniencia. ¿Para dar de beber a sus animales si pueden trabajar pero para curar a una persona no?  ¿Qué mejor forma de rendir culto a Dios que curando a una persona enferma? Jesús además aclaró que Dios no es quien enfermaba a las personas tal y como se pensaba en aquella época, sino Satanás, y, Él, Jesús era el Enviado de Dios para liberarlas de todo mal.

Fuentes:
Biblia- Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.
SCHULTZ, S.J. (1960): Habla el Antiguo Testamento; p. 68. New York: Editorial Portavoz.
JEREMÍAS, J. (1980) Jerusalén en tiempos de Jesús. Estudio económico y social del mundo del nuevo testamento; p.385. Madrid: Ediciones Cristiandad.
ANGELINI, G. (1996): El Hijo. Una bendición, una tarea; p.86. Colombia: Editorial San Pablo.





[1] ANGELINI, G. (1996): El Hijo. Una bendición, una tarea. p.86 Colombia: Editorial San Pablo.
[2] JEREMÍAS, J. (1980) Jerusalén en tiempos de Jesús. Estudio económico y social del mundo del nuevo testamento. p.385

sábado, 1 de octubre de 2016

Los dos grandes mandamientos (Mateo 22, 34-40)

Sermon on the Mountain – Henrik Olrik

En numerosas ocasiones, los fariseos intentaban acorralar a Jesús mediante sus preguntas, esperaban que, al responderles, contradijese las Escrituras y, de esta manera, poder desacreditarle ante quienes le escuchaban.

Sin embargo, las respuestas de Jesús siempre les dejaba atónitos y sin palabras. Así sucede cuando uno de los fariseos que era además escriba (muchos fariseos eran a la vez escribas o intérpretes de la ley), pregunta a Jesús cuál es el gran mandamiento, es decir, qué ley está por encima de las demás leyes.

Los expertos en la ley discutían constantemente sobre esta cuestión y, seguramente, no conseguían llegar a un consenso. La razón es que habían impuesto un número muy elevado de preceptos y, a veces, una ley entraba en conflicto con otra, y por eso necesitaban averiguar qué ley debía aplicarse con prioridad. 

La sublime respuesta de Jesús aparece en el siguiente pasaje de Mateo:

Entonces los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?  Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas. (Mt 22, 34-40)

Jesús menciona los dos mandamientos más importantes: el amor a Dios y el amor al prójimo. De esta manera, no sólo invalida todas aquellas normas que contradigan estos dos mandamientos, sino que al situarlas a un mismo nivel transmite un mensaje claro: el amor a Dios nunca entrará en conflicto con el amor al prójimo y el amor al prójimo nunca colisionará con el amor a Dios. Y no sólo no son contradictorios, sino que son complementarios. 

Estos dos mandamientos aparecen en el Antiguo Testamento por separado y entremezclados con otros preceptos (Dt 6, 5 y Lev 19, 18). Jesús los rescata uniéndolos y situándolos por encima del resto de normas. Por eso, para terminar Jesús dice: “De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas”[1].  

En el pasaje de Lucas le preguntan a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús responde contando “la parábola del buen samaritano” (Lc 10, 29-37) con la que nos enseña que la pregunta adecuada no es ¿quién es mi prójimo? sino ¿qué debo hacer yo para ser el prójimo de cualquier persona?

En esta parábola se muestra que de las tres personas que ven al hombre herido, tan sólo una (el samaritano) le presta auxilio. Las otras dos personas, un sacerdote y un levita, dan un rodeo para no ayudarle. Por tanto sólo el samaritano es digno de llamarse prójimo. Este término se utiliza para traducir la palabra griega πλησίον (plesion) que significa próximo, vecino, compañero.

Es decir, la única persona que se comportó con cercanía, y proximidad al hombre herido fue precisamente una persona “lejana” (los samaritanos eran extranjeros). Y las personas que eran consideradas “cercanas” ,el sacerdote y el levita, se alejaron fríamente del hombre herido. Por lo tanto, el concepto prójimo debe estar por encima de los prejuicios y las apariencias y distinguirse únicamente por la solidaridad con la que actúa una persona.  

En otra ocasión, Jesús también resume la ley y los profetas expresándose en términos ligeramente diferentes:

Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque ésta es la ley y los profetas (Mt 7, 12).

Por lo tanto si el objetivo no es averiguar quién es mi prójimo sino actuar siempre con amor hacia los demás para convertirme en su prójimo, entonces no podré hacer distinción entre las personas. Es decir, el amor entre los seres humanos al que se refiere Jesús va más allá de toda limitación. De esta forma, Jesús vuelve a hacer referencia al Antiguo Testamento, esta vez para corregirlo, cuando dice:

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt 5, 43-44)
¿Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? (Mt 5, 46)

Pero ¿no es demasiado difícil seguir el camino de Jesús? ¿amar a todas las personas?, ¿incluso a mis enemigos? Por supuesto que sí, pero pensemos que si Jesús se sacrificó por anunciar la Buena Noticia fue porque confía en nosotros/as y cree que otro mundo, un mundo de amor, es posible.

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros. (Jn 13, 34)

Fuentes:

Biblia- Antiguo y Nuevo Testamento
Cara a Cara: Viviendo con todo nuestro ser en la presencia de Dios. J. Fernández Garrido, D. Dean Hollingsworth
Estudio-Vida  Jacobo. Witness Lee



[1] En la época de Jesús al Antiguo Testamento se le llamaba “la ley y los profetas” debido a que los judíos distinguían dos secciones: los libros de los profetas y el resto incluyendo los Salmos que se consideraba la ley.

jueves, 25 de febrero de 2016

Jesús y el joven gobernante (Lucas 18, 18-25)

Heinrich-Hofmann

Y le preguntó un gobernante, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
Los mandamientos sabes: No cometerás adulterio; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.

Y él dijo: Todas estas cosas he guardado desde mi juventud. Y Jesús al oír esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

Entonces él, al oír estas cosas se puso muy triste, porque era muy rico. Y viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

Porque es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.

Con estas palabras, Jesús nos enseña tres grandes lecciones:
-        La posesión de riquezas impide nuestro crecimiento espiritual porque nos conduce al egoísmo. Por eso, cuantas más posesiones tengamos más lejos estaremos del reino de Dios.
-        Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”: debemos ayudar a quien lo necesita, estar siempre dispuestos a compartir todo lo que tenemos.
y ven, sígueme”: ayudar no sólo a través de los bienes materiales sino también dedicando nuestro tiempo a los demás.
-        “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios”: es asombrosa la humildad que demuestra Jesús con estas palabras. Con ellas nos enseña a no dejarnos llevar por la adulación, ni jactarnos de nuestras buenas acciones. A hacer el bien en silencio, sin esperar las alabanzas de los demás, a no ser hipócritas.

Por desgracia, vivimos en un mundo materialista en el nos cuesta entender la posición de Jesús, y mucho menos seguirle.

A la mayoría de nosotr@s nos ocurre como al joven gobernante: las palabras de Jesús nos entristecen porque ansiamos poseer riquezas materiales, lo consideramos como un objetivo prioritario en la vida. Sin embargo, olvidamos cultivar otro tipo de riqueza mucho más importante: la riqueza espiritual.

Desde pequeños nos enseñan a ser consumistas, a considerar bueno tener cada vez más, a crecer económicamente. Pero ¿quién nos enseña a crecer interiormente? ¿Cuántas veces nos detenemos a pensar si el estilo de vida que llevamos está propiciando nuestro crecimiento interior o lo está impidiendo?


Él, Jesús, vino para enseñarnos y mostrarnos el camino a seguir.  

sábado, 20 de febrero de 2016

Dejad a los niños venir a mí (Marcos 10, 13-16)

Greg Olsen


Y le presentaban niños para que los tocase, pero los discípulos reprendían a los que presentaban. 
Y viéndolo Jesús, se indignó y les dijo: Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él. 
Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía. 

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...