Cuando adoptamos una creencia o determinadas ideas,
inmediatamente nos sentimos poseedores de la verdad absoluta y pensamos que
quienes no opinan igual que nosotros están equivocados. Esto es así tanto para las personas creyentes como para las
personas agnósticas y ateas.
Ante esta realidad cada individuo tiene dos opciones: mostrar
tolerancia o intolerancia hacia las personas que piensan de modo diferente.
Según el diccionario de la Real Academia Española la tolerancia
es: “Respeto a las ideas, creencias
o prácticas de los demás cuando son
diferentes o contrarias a las propias”. Aquí está la clave: el Respeto.
Pero ¿cómo conseguimos tener respeto a quienes no piensan igual que nosotros?
Jesús nos dio la respuesta: con Amor.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22, 39)
Jesús en ningún momento delimitó la palabra prójimo sino que
a través de la parábola
del buen samaritano (Lucas 10, 25-37), el Señor nos dijo cómo tenía que
comportarse un individuo para convertirse en el prójimo de los demás.
Jesús: todo un
ejemplo de tolerancia
La época de Jesús se caracterizaba por la intolerancia, el
prejuicio y la hipocresía: por ejemplo los judíos y los samaritanos se odiaban, las mujeres
eran consideradas inferiores a los hombres y los líderes religiosos despreciaban
a la gente común. Sin embargo, Jesús rompió con las costumbres establecidas precisamente por su actitud extremadamente tolerante hacia los demás: acogió a extranjeros,
pecadores, publicanos, prostitutas, leprosos, endemoniad@s y a tod@s aquell@s
que querían acercarse a él. De hecho, sus enemigos le criticaban diciendo “Éste a los pecadores recibe y con ellos come” (Lucas 15, 2).
Además Jesús nunca trató de imponer sus ideas a los demás a
través de la violencia ni el desprecio, sino todo lo contrario: Jesús acogía a
todas las personas que se querían acercar a él, las trataba con amor, las curaba de sus males
y las invitaba a que le siguiesen de
manera voluntaria. Por tanto, ¿cómo puede alguien declararse seguidor/a de
Jesús si no es tolerante con los demás?
Podemos ser creyentes, agnósticos o ateos sin necesidad de
despreciar a quienes no son como nosotros. Opino que nuestros pensamientos
deberían ser: “Yo creo esto pero respeto que tú creas en esto otro”. “Yo creo
que tengo la razón pero respeto que tú pienses que también la tienes” “Intentaré
hacerte entender por qué pienso así, pero siempre desde el diálogo y el
entendimiento no desde la imposición ni la violencia”. “Si quieres escucharme
escúchame, si no deseas escucharme no me escuches, no me enfadaré ni me
desanimaré”. “Te escucharé y trataré de entender tu forma de opinar, pero sobre
todo te respetaré”.
Es importante que seamos conscientes que en la diversidad
está el enriquecimiento intelectual y humano y que además nuestras propias
creencias y opiniones pueden variar con el tiempo por muchas razones y lo que
hoy criticamos puede que mañana sea lo que más defendamos. Pero lo más
importante de todo es que en el fondo, la mayoría de las personas lo que busca ya
sea a través de una creencia u otra es el amor, la compasión, la paz y la
generosidad. Por eso, tendamos puentes para acercarnos unos a otros y no
levantemos murallas para distanciarnos.
Fuentes:
Santa Biblia – Nuevo Testamento
Diccionario de la Real Academia Española
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