Con estas palabras, Jesús nos enseña
tres grandes lecciones:
- La
posesión de riquezas impide nuestro crecimiento espiritual porque nos conduce
al egoísmo. Por eso, cuantas más posesiones tengamos más lejos estaremos del
reino de Dios.
- “Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”:
debemos ayudar a quien lo necesita, estar siempre dispuestos a compartir todo
lo que tenemos.
“y ven, sígueme”: ayudar no sólo a través
de los bienes materiales sino también dedicando nuestro tiempo a los demás.
- “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno,
sino sólo Dios”: es
asombrosa la humildad que demuestra Jesús con estas palabras. Con ellas nos
enseña a no dejarnos llevar por la adulación, ni jactarnos de nuestras buenas
acciones. A hacer el bien en silencio, sin esperar las alabanzas de los demás,
a no ser hipócritas.
Por desgracia, vivimos en un mundo
materialista en el nos cuesta entender la posición de Jesús, y mucho menos
seguirle.
A la mayoría de nosotr@s nos ocurre como
al joven gobernante: las palabras de Jesús nos entristecen porque ansiamos poseer
riquezas materiales, lo consideramos como un objetivo prioritario en la vida. Sin
embargo, olvidamos cultivar otro tipo de riqueza mucho más importante: la
riqueza espiritual.
Desde pequeños nos enseñan a ser
consumistas, a considerar bueno tener cada vez más, a crecer económicamente.
Pero ¿quién nos enseña a crecer interiormente? ¿Cuántas veces nos detenemos a
pensar si el estilo de vida que llevamos está propiciando nuestro crecimiento
interior o lo está impidiendo?
Él, Jesús, vino para enseñarnos y mostrarnos
el camino a seguir.
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