jueves, 25 de febrero de 2016

Jesús y el joven gobernante (Lucas 18, 18-25)

Heinrich-Hofmann

Y le preguntó un gobernante, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
Los mandamientos sabes: No cometerás adulterio; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.

Y él dijo: Todas estas cosas he guardado desde mi juventud. Y Jesús al oír esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

Entonces él, al oír estas cosas se puso muy triste, porque era muy rico. Y viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

Porque es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.

Con estas palabras, Jesús nos enseña tres grandes lecciones:
-        La posesión de riquezas impide nuestro crecimiento espiritual porque nos conduce al egoísmo. Por eso, cuantas más posesiones tengamos más lejos estaremos del reino de Dios.
-        Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”: debemos ayudar a quien lo necesita, estar siempre dispuestos a compartir todo lo que tenemos.
y ven, sígueme”: ayudar no sólo a través de los bienes materiales sino también dedicando nuestro tiempo a los demás.
-        “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios”: es asombrosa la humildad que demuestra Jesús con estas palabras. Con ellas nos enseña a no dejarnos llevar por la adulación, ni jactarnos de nuestras buenas acciones. A hacer el bien en silencio, sin esperar las alabanzas de los demás, a no ser hipócritas.

Por desgracia, vivimos en un mundo materialista en el nos cuesta entender la posición de Jesús, y mucho menos seguirle.

A la mayoría de nosotr@s nos ocurre como al joven gobernante: las palabras de Jesús nos entristecen porque ansiamos poseer riquezas materiales, lo consideramos como un objetivo prioritario en la vida. Sin embargo, olvidamos cultivar otro tipo de riqueza mucho más importante: la riqueza espiritual.

Desde pequeños nos enseñan a ser consumistas, a considerar bueno tener cada vez más, a crecer económicamente. Pero ¿quién nos enseña a crecer interiormente? ¿Cuántas veces nos detenemos a pensar si el estilo de vida que llevamos está propiciando nuestro crecimiento interior o lo está impidiendo?


Él, Jesús, vino para enseñarnos y mostrarnos el camino a seguir.  

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