domingo, 25 de diciembre de 2016

El Nacimiento de Jesús


¡Feliz Navidad!

Quiero compartir con tod@s vosotr@s, mis querid@s lectores/as el Belén que tengo en mi casa. Espero que os guste y que estéis pasando una Navidad maravillosa.



Venid pastorcitos
Venid pastorcitos,
corriendo llegad;
gozosos vayamos
a Dios a adorar.

Tocad el pandero,
tocad el rabel,
que mañana es fiesta
y al otro también.

Dejad los rebaños,
la labor dejad,
que el Rey de los Cielos
ha nacido ya.  

Federico Torres


El Niño Divino

De llanto y de risa,
de risa y llanto.

Venid a ver al Infante
que ha nacido en el establo
que por ser Rey de los Cielos
no quiso en tierra palacios.

Es el Niño más bonito
que nunca vieron humanos…
En la boquita y los ojos
tiene un indecible encanto.

De llanto y risa,
de risa y llanto.

Para que no sienta el frío
del mundo donde ha llegado,
una mulita y un buey
su aliento le están echando.

Tiene por lecho pajas,
por techo el cielo estrelllado…
De una claridad sublime,
Tiene el semblante bañado…

De llanto y risa,
de risa y llanto... 

Manuel Machado

sábado, 1 de octubre de 2016

Los dos grandes mandamientos (Mateo 22, 34-40)

Sermon on the Mountain – Henrik Olrik

En numerosas ocasiones, los fariseos intentaban acorralar a Jesús mediante sus preguntas, esperaban que, al responderles, contradijese las Escrituras y, de esta manera, poder desacreditarle ante quienes le escuchaban.

Sin embargo, las respuestas de Jesús siempre les dejaba atónitos y sin palabras. Así sucede cuando uno de los fariseos que era además escriba (muchos fariseos eran a la vez escribas o intérpretes de la ley), pregunta a Jesús cuál es el gran mandamiento, es decir, qué ley está por encima de las demás leyes.

Los expertos en la ley discutían constantemente sobre esta cuestión y, seguramente, no conseguían llegar a un consenso. La razón es que habían impuesto un número muy elevado de preceptos y, a veces, una ley entraba en conflicto con otra, y por eso necesitaban averiguar qué ley debía aplicarse con prioridad. 

La sublime respuesta de Jesús aparece en el siguiente pasaje de Mateo:

Entonces los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?  Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas. (Mt 22, 34-40)

Jesús menciona los dos mandamientos más importantes: el amor a Dios y el amor al prójimo. De esta manera, no sólo invalida todas aquellas normas que contradigan estos dos mandamientos, sino que al situarlas a un mismo nivel transmite un mensaje claro: el amor a Dios nunca entrará en conflicto con el amor al prójimo y el amor al prójimo nunca colisionará con el amor a Dios. Y no sólo no son contradictorios, sino que son complementarios. 

Estos dos mandamientos aparecen en el Antiguo Testamento por separado y entremezclados con otros preceptos (Dt 6, 5 y Lev 19, 18). Jesús los rescata uniéndolos y situándolos por encima del resto de normas. Por eso, para terminar Jesús dice: “De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas”[1].  

En el pasaje de Lucas le preguntan a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús responde contando “la parábola del buen samaritano” (Lc 10, 29-37) con la que nos enseña que la pregunta adecuada no es ¿quién es mi prójimo? sino ¿qué debo hacer yo para ser el prójimo de cualquier persona?

En esta parábola se muestra que de las tres personas que ven al hombre herido, tan sólo una (el samaritano) le presta auxilio. Las otras dos personas, un sacerdote y un levita, dan un rodeo para no ayudarle. Por tanto sólo el samaritano es digno de llamarse prójimo. Este término se utiliza para traducir la palabra griega πλησίον (plesion) que significa próximo, vecino, compañero.

Es decir, la única persona que se comportó con cercanía, y proximidad al hombre herido fue precisamente una persona “lejana” (los samaritanos eran extranjeros). Y las personas que eran consideradas “cercanas” ,el sacerdote y el levita, se alejaron fríamente del hombre herido. Por lo tanto, el concepto prójimo debe estar por encima de los prejuicios y las apariencias y distinguirse únicamente por la solidaridad con la que actúa una persona.  

En otra ocasión, Jesús también resume la ley y los profetas expresándose en términos ligeramente diferentes:

Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque ésta es la ley y los profetas (Mt 7, 12).

Por lo tanto si el objetivo no es averiguar quién es mi prójimo sino actuar siempre con amor hacia los demás para convertirme en su prójimo, entonces no podré hacer distinción entre las personas. Es decir, el amor entre los seres humanos al que se refiere Jesús va más allá de toda limitación. De esta forma, Jesús vuelve a hacer referencia al Antiguo Testamento, esta vez para corregirlo, cuando dice:

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt 5, 43-44)
¿Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? (Mt 5, 46)

Pero ¿no es demasiado difícil seguir el camino de Jesús? ¿amar a todas las personas?, ¿incluso a mis enemigos? Por supuesto que sí, pero pensemos que si Jesús se sacrificó por anunciar la Buena Noticia fue porque confía en nosotros/as y cree que otro mundo, un mundo de amor, es posible.

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros. (Jn 13, 34)

Fuentes:

Biblia- Antiguo y Nuevo Testamento
Cara a Cara: Viviendo con todo nuestro ser en la presencia de Dios. J. Fernández Garrido, D. Dean Hollingsworth
Estudio-Vida  Jacobo. Witness Lee



[1] En la época de Jesús al Antiguo Testamento se le llamaba “la ley y los profetas” debido a que los judíos distinguían dos secciones: los libros de los profetas y el resto incluyendo los Salmos que se consideraba la ley.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Parábola del hijo pródigo (Lucas 15: 11-32)

The Prodigal Son - Charalambos Epaminonda

Y ÉL DIJO: Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. Y no muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor partió a un país lejano; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

Y cuando lo hubo malgastado todo, sobrevino una gran hambre en aquella tierra y comenzó a sentir necesidad. Entonces fue y se puso bajo las órdenes de uno de los ciudadanos de ese país, el cual lo envió a sus campos para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como a uno de tus jornaleros.

Entonces, se levantó y fue a su padre. Y cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corriendo se echó sobre su cuello y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad la mejor ropa y vestidle; y poned un anillo en su mano y sandalias en sus pies. Y traed el ternero cebado, matadlo, y comamos y celebrémoslo, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado. Y comenzaron a celebrarlo.  

Pero el hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y llegó cerca de la casa, oyó la música y la danza; y llamando a uno de los criados le preguntó qué significaba aquello. Y el criado le dijo: Tu hermano ha venido, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recibido sano y salvo. Entonces el hermano mayor se enojó y no quería entrar. Y su padre salió y le suplicó que entrase. Pero él, respondiendo, dijo al padre: He aquí tantos años que te estoy sirviendo y jamás he transgredido mandato alguno tuyo, y a mí nunca me diste un cabrito para festejar con mis amigos. Pero cuando vino éste, tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el ternero cebado.

Él entonces le dijo: Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era necesario celebrar una fiesta y alegrarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado.

Reflexión sobre la parábola
Los fariseos y los escribas criticaban a Jesús porque se relacionaba con los pecadores y murmuraban: “éste a los pecadores recibe, y con ellos come” entonces Jesús para que entendiesen su forma de actuar les refirió tres parábolas: la oveja perdida, la moneda perdida, y el hijo pródigo
 
La tercera parábola conocida como la parábola del hijo pródigo debería llamarse la parábola del padre amoroso pues es el padre quien ocupa el papel central de la historia. Y es que a través de él, Jesús describió el amor de Dios hacia los seres humanos.  

1. La petición
El hijo menor le pide a su padre la parte de la herencia que le corresponde contraviniendo la ley judía, pues los hijos no podían acceder a la herencia hasta después de la muerte del padre: “Al hijo, ni a la mujer, ni al hermano, ni al amigo, jamás en tu vida les des potestad sobre ti, ni cedas a otros lo que posees, para que no suceda que, arrepentido, hayas de pedirle rogando que te lo devuelva. Mientras estés en este mundo y respires, ningún hombre te haga mudar de este propósito; porque mejor es que tus hijos hayan de recurrir a ti, que no que tú hayas de esperar el auxilio de las manos de tus hijos. En todas tus cosas mantén tu superioridad, a fin de no manchar tu reputación; y reparte tu herencia cuando estén por terminarse los días de tu vida, al tiempo de tu muerte” (Eclo. 33, 20-24).

Por tanto la petición del hijo es inadmisible y, según la ley, el padre debería negarse a aceptarla. Sin embargo, el padre reparte sin demora los bienes entre sus dos hijos, lo que le hará perder su superioridad manchando su reputación. Es decir el amor que siente el padre por sus hijos hace que de forma generosa les de absoluta libertad para elegir lo que quieren, aunque de esta forma el padre se arriesgue a perder para siempre a su hijo, su riqueza y su reputación.

De esta manera, la imagen del padre terrenal que Jesús crea rompe de manera clara con la estructura patriarcal de su tiempo. Es decir, Jesús eleva la figura del padre más allá de las limitaciones humanas y la acerca al amor generoso y liberador de Dios.   

2. Necesidad
El hijo pródigo parte a un país lejano, y malgasta los bienes que le ha entregado su padre. Los planes de gloria y grandeza del joven pronto desaparecen. Además sobreviene una gran hambruna en aquella región por lo que el hijo pródigo comienza a pasar necesidad. Tanta es su necesidad que se pone bajo las órdenes de un ciudadano de aquél país.

La palabra griega que utiliza el evangelista Lucas para describir la relación entre el hijo pródigo y el ciudadano del país es ἐκολλήθη que significa “fue adherido” es decir, el hijo pródigo se adhiere (se pega) al ciudadano, va detrás de él todo el tiempo con la esperanza de que le ofrezca un trabajo.  Sin embargo, el ciudadano se da cuenta de que el joven es judío y trata de librarse de él ofreciéndole un trabajo incompatible con su religión: alimentar cerdos. El hijo pródigo está tan desesperado que acepta aunque tenga que tratar con animales considerados impuros.

3. El hijo pródigo vuelve en sí
A pesar de acceder a desempeñar esta tarea tan humillante para un judío, no recibe remuneración, ni si quiera alimento: “deseaba llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba”.

Al darse cuenta de que va a terminar muriendo de hambre, el hijo pródigo vuelve en sí, es decir, recapacita, y decide volver a casa de su padre. Deja su orgullo a un lado y decide volver con su padre admitiendo que le necesita. Consciente de que no ha obrado bien ensaya las palabras que le dirá a su padre para que al menos le acepte como jornalero y así poder ganarse el sustento. Es clara la posición del hijo menor, no actúa movido por el arrepentimiento, tan sólo piensa en cómo evitar morirse de hambre.

4. El regreso
Esta es la parte más maravillosa de la parábola de Jesús porque el padre vuelve a reaccionar de forma totalmente inesperada. El hijo pródigo se pone en camino hacia la casa de su padre “y cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corriendo se echó sobre su cuello y le besó”. El padre no necesita escuchar ningún discurso del hijo para ir hacia él y darle todo su amor. Pero ¿cómo ve el padre al hijo cuando aún estaba lejos? porque cada día el padre partía de la casa y se situaba en el camino por el que un día vio partir al hijo con la esperanza de verlo regresar.

Más sorprendente aún es que el padre corra hacia el hijo. Para un oriental de edad correr en público era poco digno, por lo que el padre vuelve a romper el modelo de patriarcado de la época. El padre no dice nada, sólo besa al hijo. Éste, abrumado, sólo logra decir las primeras frases de su discurso declarando que ha pecado y que no es digno de llamarse hijo suyo, pero omite la última frase “hazme como a uno de tus jornaleros” probablemente porque se queda tan emocionado del inmenso amor de su padre que se olvida de la razón que le había impulsado a volver: asegurar su sustento. Es aquí cuando el hijo menor está verdaderamente arrepentido.

5. El banquete y el enfado del hijo mayor
 A través del banquete el padre quiere celebrar el regreso de su hijo perdido “porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado”. El padre no pronuncia ni una sola palabra de reproche, sólo de amor y alegría.

Sin embargo, el hijo mayor al enterarse de lo sucedido se enfada y no quiere participar en la celebración porque no puede comprender que el padre no castigue al hijo menor y que además celebre una fiesta para él.  El hijo mayor considera que al haberle servido con fidelidad y por no haber incumplido ninguno de sus mandatos el padre debería hacer esa celebración para él y no para el hijo menor.

Sin duda, la reacción del hijo mayor ante el amor del padre a su hijo pequeño refleja perfectamente la reacción de los fariseos y escribas ante el amor de Jesús hacia los pecadores. Los escribas y los fariseos se enaltecían a sí mismos y se creían justos porque cumplían muchas normas y menospreciaban a quienes no las cumplían (los pecadores).

El hermano mayor ha permanecido leal y fiel al padre, sin embargo ahora es él quien se aleja del padre ofendiéndole públicamente. De nuevo el padre no se comporta como haría un patriarca tradicional y responde con amor a los reproches del hijo mayor: “Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era necesario celebrar una fiesta y alegrarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado”.

Y con estas palabras tan bonitas termina Jesús la parábola. La pregunta es ¿entrará el hijo mayor en la casa? ¿se alegrará junto al padre del regreso de su hermano pequeño? En el caso de que las respuestas fuesen afirmativas sin duda la celebración será por el feliz reencuentro del padre con sus dos hijos perdidos: tanto con el transgresor como con el cumplidor de la ley.

Fuentes:
Biblia – Nuevo Testamento
La Prodigalidad: Una Visión General – Salvador Carrión Olmos
Las Parábolas de Jesús: Una aplicación para hoy  - Roberto Fricke
Las Parábolas de Jesús – Joachim Jeremías 

lunes, 15 de agosto de 2016

La mujer adúltera (Juan 8:1-11)

Ambrosius Francken - Cristo y la mujer adúltera
Y JESUS se fue al monte de los Olivos.
Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio; y en la ley, Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres; tu, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo. Y como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, acusados por su conciencia, salieron uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los últimos; y quedaron sólo Jesús y la mujer, que estaba en medio. Y enderezándose Jesús y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. (Juan 8:1-11)

Aquel día, mientras Jesús estaba enseñando en el templo, los escribas y fariseos le interrumpieron tratando de ponerle una trampa para desacreditarle ante el pueblo. Aparentemente Jesús no tenía escapatoria: si absolvía a la mujer le acusarían por transgredir la ley de Moisés y si la condenaba caería en contradicción con sus propias enseñanzas.  

No sería la única vez que escribas y fariseos se unirían para actuar en contra de Jesús. Y es que tenían un interés común: conservar su prestigio y su poder. Los escribas se encargaban de copiar, redactar e interpretar la ley y los fariseos, los líderes religiosos del pueblo judío, se preocupaban por su estricto cumplimiento. Sin embargo, a ambos grupos, poco les importaba la verdadera Justicia, la Misericordia y la Fe. Por eso Jesús les decía así: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis lo que está fuera del vaso y del plato; pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia”  (Mateo 23:25).  Jesús les decía esto porque los líderes judíos observaban muchas tradiciones que tenían que ver con la apariencia y la limpieza externa pero no cuidaban la limpieza del corazón.

Por eso Jesús les decía también: “porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (Marcos 7:8). Jesús no rechazaba el Antiguo Testamento pero los escribas y fariseos querían demostrar que el mensaje de amor y perdón de Jesús se oponía a las Escrituras. Por eso en cuanto podían le intentaban dejar en evidencia, como en este pasaje en el que le dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio; y en la ley, Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres; tú, pues, ¿qué dices?”      
En el Antiguo Testamento hay textos que defienden la dignidad humana, que son los que provienen de Dios, y en ellos se apoyará Jesús en muchas ocasiones. Sin embargo también hay numerosos pasajes muy duros y cargados de violencia provenientes de la tradición de los hombres y de su “dureza de corazón”.

La ley de Moisés a la que se refieren los escribas y los fariseos dice lo siguiente: “Y si un hombre comete adulterio con la esposa del otro, el que cometa adulterio con la esposa de su prójimo, indefectiblemente el adúltero y la adúltera serán muertos” (Levítico 20:10). Llevándole la mujer adúltera, los líderes religiosos le preguntan a Jesús: “tú, pues, ¿qué dices?”, la respuesta de Jesús les deja perplejos: El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”, antes y después de pronunciar estas palabras Jesús escribió algo en la tierra. Algunos autores piensan que Jesús escribió los pecados de quienes condenaban a la mujer aunque el Evangelio no lo explica.

De esta manera, Jesús desvía la atención de la acusada a los escribas y los fariseos que la querían condenar. Ahora cada uno de ellos se siente acusado por su propia conciencia. Los acusadores se han convertido en acusados. Y como no soportan ver sus pecados descubiertos ante la luz de Jesús, pronto comienzan a irse avergonzados y en silencio uno a uno. La mujer, cuando ve que los acusadores se marchan, no huye sino que se queda con Jesús. Él le dice: “¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?” la mujer le responde “Ninguno, Señor”, entonces Jesús le muestra rápidamente su perdón: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.

Mientras las autoridades pretendían condenar a la mujer con la fuerza de la ley, Jesús la absolvió con la fuerza del amor. Porque Jesús no vino al mundo a condenar sino a salvar:


“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” 
(Juan 3:17)

Fuentes: 
Biblia Antiguo y Nuevo Testamento



sábado, 30 de julio de 2016

Parábola del rico insensato (Lucas 12, 13-21)



Y le dijo uno de la multitud: <<Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia>>. Él le dijo: <<Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o árbitro sobre vosotros?>> Y les dijo: <<Mirad: guardaos de toda avaricia porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee>>. Y les refirió una parábola, diciendo: <<Las tierras de un hombre rico habían producido mucho; y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿qué haré? porque no tengo dónde guardar mis frutos. Y se dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete>>. Pero le dijo Dios: <<Necio, esta noche van a pedir tu alma y lo que has guardado ¿de quién será?>> Así es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.  (Lucas 12, 13-21)

En tiempos de Jesús, Galilea era una sociedad agraria caracterizada por la enorme desigualdad de recursos que existía entre la población campesina (80-90% de la población) y la pequeña élite (7% de la población). Mientras las riquezas de los grandes terratenientes aumentaban más y más, la vida de los pequeños agricultores se volvía cada vez más precaria.

Con cada cosecha los campesinos tenían que alimentar a sus familias, guardar semilla suficiente para asegurar la siguiente siembra y, además, pagar elevados impuestos exigidos desde el poder. Por eso, cuando las cosechas eran escasas, en muchos casos, los agricultores y sus familias se veían atrapados en el endeudamiento, expropiados de las tierras y sumidos en la indigencia.  

¿Cuál fue la actitud de Jesús ante esta situación? Jesús defendió continuamente a los oprimidos y condenó firmemente la avaricia de los ricos.

Esta parábola refleja claramente la crítica de Jesús a la necedad humana: Un terrateniente se pregunta qué hacer ante una cosecha abundante e inesperada. Sólo piensa en sí mismo. No se acuerda de los pobres campesinos que trabajan duramente y viven cada vez más atemorizados bajo la amenaza del endeudamiento, ni de quienes sufren porque ya han sido expulsados de las tierras. Finalmente toma una decisión: destruir sus graneros y construir otros nuevos y más grandes con el objetivo de acumular todos los frutos y sus bienes y no pensar más que en descansar, comer, beber y divertirse.

El resultado es que mientras este hombre acumula para sí toda la cosecha priva a otras personas de lo esencial para vivir. Dios se dirige a este hombre diciéndole: “Necio, esta noche van a pedir tu alma y lo que has guardado ¿de quién será?” El hombre ha imaginado un futuro insensato originado en el deseo de vivir holgadamente y sin preocupaciones. Sin embargo, Dios le advierte que ese futuro que él quiere no va a tener lugar. Este hombre necio sacrifica la felicidad verdadera del presente de compartir la cosecha con los campesinos empobrecidos por una felicidad falsa proyectada en un futuro incierto que finalmente no llega.    

Y Jesús concluye su parábola diciendo: “Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”. La afirmación es clara, una persona puede ser muy rica por acumular muchas riquezas en la Tierra pero ante Dios su riqueza material carecerá de valor. Dios quiere que compartamos lo que tenemos, que ayudemos a las personas necesitadas. Que no construyamos una falsa felicidad olvidándonos de los más débiles en la Tierra.

Pero lo que debemos preguntarnos cada uno/a de nosotros/as es si no hemos sentido en más de una ocasión el deseo de conseguir acumular riquezas para vivir holgada, despreocupadamente y sin pensar en los demás. El hombre rico de la parábola actúa como un necio pero ¿no somos necios nosotros también cuando pensamos así?

Ha transcurrido mucho tiempo desde que Jesús nos dejó su enseñanza, ¿Cómo puede ser que sus palabras tengan hoy la misma actualidad que tuvieron en su momento? ¿En qué ha cambiado la humanidad?

En las noticias no se hace más que hablar de países ricos y países pobres, crisis económicas, polarización creciente de la riqueza, corrupción empresarial y política…Problemas diferentes pero con origen en un anhelo común: “y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete”.

Jesús advierte como es ante Dios quien piensa y actúa así: un necio. “Así es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”.  No seamos necios y escuchemos la llamada de Jesús a vivir de una forma diferente y más humana cuyo resultado no será otro que construir un mundo mejor para todos/as.       

Fuentes:
Nuevo Testamento – Biblia
El Camino Abierto por Jesús – José Antonio Pagola
El Jesús Histórico – Gerd Theissen, Annette Merz
Jesús Aproximación Histórica  - José Antonio Pagola

sábado, 23 de julio de 2016

Jesús en casa de Marta y María: “Sólo una cosa es necesaria” (Lucas 10, 38-42)

Cristo en casa de Marta y María - Johannes Vermeer  


Jesús entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Ésta tenía una hermana que se llamaba María, que, sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres; y acercándose, dijo:
- Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Pero respondiendo Jesús, le dijo:
- Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas; sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. (Lucas 10, 38-42)

“Sólo una cosa es necesaria”

En este pasaje la presencia de Jesús en la casa de Marta y María provoca una reacción muy diferente en ellas. Mientras Marta se desvive por servirle, su hermana María lo deja todo y se queda sentada a sus pies, escuchándole.

Marta actúa como se espera de una mujer en aquella sociedad, trabaja en la casa sin descanso. Desbordada por el trabajo y dolida con su hermana María, reclama a Jesús ayuda.

Sin embargo Jesús no responde de la forma que se hubiese esperado de un hombre judío perteneciente a una sociedad totalmente patriarcal. Es importante destacar que en la época de Jesús el ámbito religioso era especialmente discriminatorio con las mujeres, por lo que los escribas (los maestros oficiales y jueces del pueblo) no tenían discípulas.  

La palabra y actuación de Jesús eran totalmente opuestas al sistema socio-religioso dominante y opresivo para la mujer: Él si acoge a las mujeres como discípulas en el mismo plano y con los mismos derechos que los hombres.  

Por eso Jesús le responde así a Marta: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas; sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”.  En lugar de reprender a María tal y como hubiese sido de esperar, Jesús reprende a Marta.

Él no quiere que las mujeres vivan absorbidas sólo por el trabajo. Jesús quiere que las mujeres también sean sus discípulas,  por eso elogia la elección de María que ha decidido sentarse a escuchar su palabra.

Este breve pasaje podemos trasladarlo a nuestras vidas cotidianas tanto las mujeres como los hombres. Casi sin darnos cuenta, dejamos que el exceso de actividad diaria nos absorba de tal forma que descuidamos aspectos fundamentales en nuestra vida. Esto nos lleva a sentirnos como Marta “afanados y turbados con muchas cosas” y relegamos lo verdaderamente importante a un segundo plano.

Esto no significa que Jesús no quiera que trabajemos y nos esforcemos. Lo que Jesús desea es que seamos capaces de dedicarle tiempo a Él, que le convirtamos en una prioridad en nuestra vida, llenando nuestro corazón con su Palabra. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11, 28). Tras acudir a Jesús, retomaremos nuestras actividades con un ánimo y fortaleza renovados.

Hagamos como María y no nos perdamos el mensaje de Jesús por más que la sociedad  nos empuje a no escucharle. ¿Qué puede haber más importante?



Fuentes:
Nuevo Testamento – Biblia

El Camino Abierto por Jesús – José Antonio Pagola
Web: Palestina en tiempos de Jesús
  

viernes, 8 de julio de 2016

Jesús y la mujer cananea (Mateo 15:22-28)

The Woman of Canaan - Harold Copping
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquellos alrededores clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero él no le respondió palabra. Entonces, acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Y él, respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces, ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Y respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Si, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija quedó sanada desde aquella hora. (Mateo 15: 22-28)

Algunos pasajes en la vida de Jesús resultan difíciles de entender y, en ocasiones, se malinterpretan debido a una lectura superficial. Esto es lo que ha ocurrido con el encuentro de Jesús con la mujer cananea. En una primera lectura, es difícil de comprender el comportamiento de Jesús: primero parece ignorar a la mujer y después se refiere a ella como “perrillo”. Muchos escépticos han utilizado este pasaje para calificar a Jesús de cruel, intolerante y ofensivo. Sin embargo, esto no concuerda con el mensaje de amor a toda la humanidad que Jesús predicó continuamente.

Una explicación coherente es que Jesús tenía una misión divina que cumplir: primero debía salvar al pueblo judío. “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Con estas palabras Jesús parece mostrarse duro e inflexible. Cuando la mujer se arrodilla pidiéndole ayuda, Jesús le contesta: “No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”. Lo más importante es entender el contexto histórico en el que se sitúa esta conversación. Para los judíos las personas cananeas eran consideradas “perros” de forma muy despectiva. Jesús suaviza el término utilizando en su lugar “perrillos”, en mi opinión, para dejar constancia de la situación de desprecio que sufre la mujer cananea por parte del pueblo judío.

Es como si Jesús en un principio decidiese hablar tal y como se esperase que él hablara. (A muchos judíos no les parecía bien que Jesús tratase con igualdad a todas las personas incluyendo a los extranjeros). Pero lo más sorprendente es la reacción insistente de la mujer, aun sabiendo que el pueblo judío odia a los cananeos y que Jesús es el salvador exclusivo del pueblo judío y que con sus palabras Jesús así lo manifiesta, la mujer continúa suplicando. No hay duda de que está convencida de que Jesús le va a ayudar.   

Y de esta manera Jesús consiguió un doble objetivo: que las personas que leamos posteriormente este episodio entendamos la situación marginal que los extranjeros vivían en aquella época respecto al pueblo judío, y hacer reflexionar sobre el hecho de que cualquier persona proceda de donde proceda puede tener una gran fe y por ello ser merecedora de los milagros de Dios.

En realidad el mensaje que transmite este pasaje es el siguiente: aprendamos de la persistencia de esta mujer y de su gran fe en la bondad de Dios hacia todos los seres humanos. ¿Debemos hacer como ella y conformamos con las migajas que Dios nos quiera dar? Así es. No suena bien, porque los seres humanos somos egoístas, queremos ser importantes y poderosos, sentarnos a la mesa como señore/as. Reconocer que nuestra mayor altura está a los pies de Jesús es un paso que es necesario dar. La mujer cananea lo hizo a través de su diálogo sincero con Jesús y recibió su recompensa.  

Jesús deja claro que en la fe está la clave y que cualquier persona proceda de donde proceda puede tenerla. A muchas personas que cura las despide diciendo “vete; tu fe te ha sanado”. Es decir, no es la petición en sí lo que importa, ni que pertenezcan a un grupo social u otro, sino la creencia firme de que Dios les puede ayudar.  Por ejemplo, y en relación a la mujer cananea, cuando Jesús cura a diez leprosos, tan sólo uno de ellos, un samaritano, se postra a sus pies, dándole las gracias. Entonces dice Jesús “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve ¿Dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero?” Y le dijo: “Levántate, vete, tu fe te ha sanado” (Lucas 17: 17-19).

Jesús dice “este extranjero” no de forma peyorativa sino para resaltar el hecho de que  la única persona que le muestra su agradecimiento y devoción ¡es un extranjero! Muchos judíos odiaban a los samaritanos, al igual que a los cananeos, y por supuesto el hecho de que Jesús tratase a menudo con ellos no le daba precisamente buena reputación. En una ocasión un grupo de judíos llama a Jesús samaritano: “¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?” (Juan 8: 48).

En el pasaje de la mujer cananea ocurre exactamente lo mismo, Jesús la llama “perrillo” no para despreciarla sino para resaltar la forma en que los judíos denominaban a las personas cananeas y enseñar que siendo esta mujer extranjera, su fe es ejemplar y supera la de muchos judíos por lo que merece ser tratada como una hija más sin distinción ninguna. 

lunes, 28 de marzo de 2016

Bienvenido Jesús



Jesús resucitó al tercer día de ser crucificado. Desde entonces él está esperando a que cada un@ de nosotr@s le demos la bienvenida.

Jesús está esperando en la entrada de nuestra casa (nuestra vida) a que le abramos la puerta y le dejemos pasar. Tiene sed pero no se marcha, espera paciente a que le abramos la puerta.

A menudo contempla con tristeza como otros visitantes (la ira, la envidia, el odio…) irrumpen en la casa de una persona y ésta en vez de echarlos fuera, les acoge y les da alimento dejándose influir por ellos. A Él que es la luz, le niega la entrada pero cuando llegan visitantes oscuros les acoge sin reservas.

A veces cuando la persona abre las ventanas la luz de Jesús alumbra la casa y la persona se maravilla y dice para sí “¡cuánta belleza, cuánta alegría!”

Sin embargo continúa resistiéndose a dejar pasar a Jesús a su casa: ¿por qué? El principal motivo es el ego. La persona está dominada por su propio ego: el ego siempre quiere ser superior y al lado del resplandor de Jesús se sentirá pequeño, insignificante. El otro motivo es la vergüenza: la persona piensa que no tiene nada que ofrecer a Jesús para calmar su sed.

Un día la persona decide luchar contra su propio ego y su vergüenza porque escucha a su corazón que le dice que si deja pasar a Jesús a su casa, ésta se llenará de luz y alegría. Abre la puerta y le pide a Jesús que pase.

Entonces Jesús entra emocionado y la persona se sorprende de no sentirse insignificante a su lado. Sin embargo, continúa avergonzada por creer que no puede calmar su sed. De pronto el rostro de Jesús resplandece y agradecido le dice: “ya no tengo sed, tu amor la ha calmado”.

Demos la bienvenida a Jesús, calmemos su sed de nuestro amor y permitámosle alumbrar nuestra vida para siempre.  
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