Muchas veces nos preguntamos por qué
Jesús no se manifiesta. ¿Por qué no podemos verle u oírle?
La razón es que no lo hace porque no estamos preparados
para ello y no quiere hacernos ningún daño. Ya que, aunque creamos que no, un
suceso paranormal podría conducirnos a la locura.
Por eso, Jesús vino a la Tierra como
hombre para dar testimonio de su existencia y enseñarnos a encontrar el camino
del Bien. Vino para llenar a toda la humanidad de Esperanza, Valor y Amor infinito.
Pero aunque no podamos verle u
oírle, sí que podemos sentirle a través de nuestra conciencia. Él nos habla a
través de ella impulsándonos a hacer el bien. Así, cuando pensamos y actuamos
bien Jesús se siente feliz y nos transmite su sentimiento haciéndonos sentir
felices también. Sin embargo, cuando pensamos o actuamos mal Jesús se siente
triste y por eso se nos encoge el corazón que es lo que denominamos “remordimiento
de conciencia”.
Jesús está dentro de nosotros,
guiándonos. Y no nos lleva encadenados sino libres, por lo que siempre tenemos
la capacidad de elegir si seguirle o no. Pero lo más importante de todo es que
si nos desviamos del camino él siempre nos buscará para volver a guiarnos:
“Qué hombre de vosotros, si tiene
cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja a las noventa y nueve en el
desierto y va tras la que se le perdió, hasta que la halla? Y al encontrarla,
la pone sobre sus hombros gozoso; y cuando llega a casa, reúne a los amigos y a
los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se
había perdido” (Lucas 15, 3-6)
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