martes, 23 de febrero de 2016

La voz silenciosa de Jesús

Muchas veces nos preguntamos por qué Jesús no se manifiesta. ¿Por qué no podemos verle u oírle?

La razón es  que no lo hace porque no estamos preparados para ello y no quiere hacernos ningún daño. Ya que, aunque creamos que no, un suceso paranormal podría conducirnos a la locura.

Por eso, Jesús vino a la Tierra como hombre para dar testimonio de su existencia y enseñarnos a encontrar el camino del Bien. Vino para llenar a toda la humanidad de Esperanza, Valor y Amor infinito.

Pero aunque no podamos verle u oírle, sí que podemos sentirle a través de nuestra conciencia. Él nos habla a través de ella impulsándonos a hacer el bien. Así, cuando pensamos y actuamos bien Jesús se siente feliz y nos transmite su sentimiento haciéndonos sentir felices también. Sin embargo, cuando pensamos o actuamos mal Jesús se siente triste y por eso se nos encoge el corazón que es lo que denominamos “remordimiento de conciencia”.

Jesús está dentro de nosotros, guiándonos. Y no nos lleva encadenados sino libres, por lo que siempre tenemos la capacidad de elegir si seguirle o no. Pero lo más importante de todo es que si nos desviamos del camino él siempre nos buscará para volver a guiarnos:


“Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja a las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se le perdió, hasta que la halla? Y al encontrarla, la pone sobre sus hombros gozoso; y cuando llega a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido” (Lucas 15, 3-6)

Nathan Greene

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